24 de junio de 2021

SACRED STEEL - WARGODS OF METAL (1998)

 

 


Sacred Steel siempre fueron catalogados como una banda de power metal, en su versión épica, lo cual puede ser acertado si atendemos al apartado de letras y estética, pero musicalmente es puro heavy con riffs rápidos y sonido pesado inspirado en la factoría del acero germánico de los 80. 
No hay nada demasiado elaborado o intrincado en la música o las letras. Es algo básico, tal vez genérico, pero al fin y al cabo, está hecho con entusiasmo, poder y energía, y producido por Bill Metoyer, que además es el narrador de la 'intro' 'Blessed By The Gods'. Casi nada.
Pretendiendo ser los más 'True Metal' del mundo, creando himnos sobre épicas batallas, sobre el orgullo de ser parte de la Hermandad del Metal, sobre el sentimiento incomparable que provoca esta música, etc, etc. 
 Tal vez sobreactúen (sólo hay que echar un vistazo a los títulos de las canciones), suenen demasiado pomposos o pretenciosos, pero creo que la clave está en no tomárselo demasiado a pecho. Como tampoco celebramos misas negras invocando a los poderes del infierno cuando escuchamos a cualquier banda de Black Metal (supongo yo). 
De lo contrario corremos el riesgo de caer en la auto-parodia y de que luego salgan l@s típic@s gilipollas de mierda soltando esa expresión que tanto odio: Que heavy!!!. Claro, no entienden absolutamente nada sobre ese sentimiento y por eso precisamente me repatea el hígado la gente que lo dice. Aunque de vez en cuando viene bien agarrar el hacha y gritar al mundo puño en alto lo heavys que somos. Bueno, ya me he desahogado un poco. 

Volviendo al asunto que nos interesa, mientras que otras bandas se complican la vida tratando de hacer cosas increíblemente elaboradas (lo cual está muy bien), Sacred Steel simplemente sale y te golpea en la cabeza con un mazo. Melódico y pesado. Genial. 
Por cierto, la banda estaba formada en esta época por los guitarristas Jörg Knittel y Oliver Grosshans, el bajista Jens Sonnenberg y el batería Mathias Straub. 
He dejado para el final y con mención aparte al vocalista, Gerrit P. Mutz. 
Tal vez sea el hecho de que nos hemos adoctrinado en las voces del monstruo de las galletas o los aullidos de los perros moribundos, el caso es que no es un cantante 'al uso'. Odiado por muchos, adorado por otros, es la típica voz que no deja indiferente a nadie. De registros agudos, sin ser (ni mucho menos) Halford, sin excesiva garra ni contundencia, sin grandes alardes técnicos y sin gran presencia. Y quizás ahí esté precisamente su encanto. A veces, menos es más. Peculiar y único, sin más. 
Tampoco Ozzy es o ha sido el mejor cantante sobre la faz de la tierra y ahí está el tio, aunque claro, también hay que tener su carisma y personalidad.  
Lo mejor es que lo escuches por tí mism@ y juzgues según tus sensaciones, eso sí, dejando a un lado prejuicios y expectativas exorbitadas.
 Al final, se trata de insuflar algo de adrenalina en las venas y de machacar unos cuantos cráneos de 'posers'. Nada más. 
Así que si escuchas este álbum, relájate y disfrútalo. 
Es divertido.




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